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a Guillermo Motti


I

Lejos de mí, de Alejandría.
Morirse balbuceando
algo de Justine.
Algo, acerca del amor y cosas
peores todavía.

Ay, aquellos tiempos
cuando trabajábamos
y trabajábamos como hormigas
desvelados en puras inutilidades.

Un poco más flaco y ya estás muerto,
le decía y enterraba
mi dedo en sus costillas.
Gramo más, gramo menos,
ahora ya estás muerto.

II

No sé. No estoy segura.
Podría saludar esos huesos felices
si pasaran volando
como pájaros prehistóricos
con ruido de articulaciones.
Podría incluso saludar a la bandera.
A cualquier bandera
mientras las cosas fueran lo que son.
Pero tampoco estoy segura.

Y ahora no sé dónde encontrarte
manchado de tierra persistente o rojo vivo.
Colgado de vos mismo en el esqueleto
de siempre y sin embargo nuevo
cada tanto,  cada poco. Creo.
Pero no sé y me horroriza, me horroriza
como si hubiera muerto un niño.

Sólo la ciudad es real.
Sólo la literatura
y este ardor en la garganta
y mi manera de adorar el suelo
como si a esa altura existiera el paraíso.

Pero sólo la ciudad es real.
A veces, la literatura.

III

Quizá recién ahora se trata
del último suspiro,
del asma o de la marihuana,
de la transformación definitiva.

Existe y no está allí,
podés tocarlo y en verdad no.
¿Lo vemos no lo vemos?  No sé.
No estoy segura.

Sólo la ciudad es real
y la suela del zapato.
Sólo la literatura y el ardor
en la garganta.
 
Acaso podamos posar la mirada
sobre la superficie de las cosas.
Acaso hacer callar
el silencio que nos rodea.
Acaso perder la compostura y gritar,
incluso morir,
y el tipo que muere en este caso,
en serio,
ese sí que estaba loco.



Eleonora Filkenstein

 

1 comentario

Pablito -

Hermoso.