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tancarloscomoyo

eroticonda

 

No quiero abrir los ojos pero hay una orden interior, una voz que me obliga a hacerlo, me resisto sin embargo y por ahora logro mantenerlos cerrados.
No quiero perder este mundo puro de sensaciones. Este olor que me envuelve y me hace resbalar en las caricias húmedas, tibias, demoradas que doy en tu espalda, en tu lomo.
No puedo perder de vista mi respiración que aspira a tenerte completa, casi a comerte.
Te monto y siento tus movimientos espesos que vibran debajo de mi cuerpo. Tengo la sensación de estar a punto de alcanzar lo que nunca será, una experiencia circular que no se puede repetir, una inminencia latente, una sinuosidad en el aire.
No tengo más espacio entre tu cuerpo y el mío, no alcanzo a rodearte con mis brazos, estoy adentro y afuera al mismo tiempo, ocurre una simultaneidad imposible que es como un pliegue en el tiempo, te siento venir cuando te estás yendo, te siento irte cuando te acercás, tus músculos vibran como aros cilíndricos, como olas en la orilla de la piel, como espuma recién formada.
Entro en tu cuerpo caliente y sedoso, siento palpitar las mucosas alrededor de mi carne, el sonido de nuestra fricción parece un chapoteo viscoso, un crepitar de aceite, un crujir de algas debajo del agua. Amenazo con desbordar, con romper la presa, con inundarte, pero sofoco el estallido un poco más. Ciega catarata amordazada que empuja la marea, me pliego, me arrugo, me expando, me sublevo, me apuntalo, me proyecto como un rayo.
Siento aumentar la ronquera de tu respiración, recibo el aire caliente que exhalas en mi cara, percibo el olor dulce y agreste de tu aliento que hacen abrirse más y más las ventanas de mi nariz y como un movimiento reflejo una apertura contagia a la otra y por fin se abren mis ojos sin que yo me dé ni siquiera cuenta, es una relajación extrema de todas las resistencias, siento que ya no vale ni sirve ni se puede contener nada, en el momento final abro los ojos y veo como una aparición la forma cilíndrica, la gigantesca oruga verde de piel gelatinosa que me mira amorosa con su único ojo y su enorme boca abierta en la que brillan afiladísimos dientes acercándose a mi cara con indisimulables intenciones de devorarme de una buena y bendita vez.

 

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