uno de estos días
influenciado un poco por Cohen, por su prosa cohesionante, ejecuté una magia liviana, casi una amabilidad. Venía en el colectivo y al llegar al semáforo pensé, es decir apareció en mi cabeza, la palabra condescendiente, que contiene el verbo descender, que era lo que yo quería hacer, y funcionó. El chofer me miró por el espejo y la puerta se abrió. Abajo llovía pero era cerca. El libro no se mojó.
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