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tancarloscomoyo

foujita

foujita

 

Kikí de Montparnasse estaba molesta, y no era por el frío que hacía en el estudio, a eso estaba acostumbrada. El japonés no le hablaba, si bien era cierto que su francés era muy rudimentario y su carácter extremadamente reservado, pero además se lo veía inquieto. Era su primera sesión. Por recomendación de Man Ray vino a dar al atelier de Foujita, y éste la recibió con mucha cordialidad, a su gusto un poco excesiva.
Le indicó un diván en el rincón, le pidió que se quitara la ropa y le sugirió una pose, y ahora no dejaba de dar vueltas, la miraba y miraba el papel, miraba a su gato y la volvía a mirar a ella.
Algo parecía no funcionar. Algo estaba fuera de lugar. Trazó un par de líneas con lápiz y detuvo el trabajo. La miraba a través de sus gafas redondas y su pequeño bigotito parecía vibrar, pero no hablaba.
De pronto pareció tomar una decisión y se acercó a ella caminando lentamente con algo en la mano. Kikí sintió miedo pero no dijo nada, observó la figura menuda acercándose y cuando estuvo a un metro vio que Foujita tenía en la mano un pincel de punta finísima embebido en tinta china, una sonrisa le iluminaba el rostro, se acercó más, se agachó y comenzó a trazar con el pincel, uno a uno, los cabellos de su inexistente vello púbico.
De modo que era eso, la ausencia de la sombra triangular en su sexo ponía nervioso al pintor, que con paciencia le dibujó una hermosa motita de exquisitos cabellos.
Luego se paró, volvió a su tablero y comenzó a trabajar con decisión y alegría.
El gato se arrellanó en su silla.
Kikí se acomodó en su diván con la certeza de que esa noche ella poseía la vulva más bella de París.

 

1 comentario

Tsuguharu -

Buenísimo, me encantó.
Saludos.