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tancarloscomoyo

parábola

 

El padre murió cuando su hijo cumplió tres años. Las circunstancias de su muerte fueron inexplicables: una noche igual a otras sintió un dolor intensísimo en la sien, como un estallido, y cayó fulminado sobre su escritorio. Lo encontraron inerte sobre unas hojas en las que estaba escribiendo y se habían manchado con su sangre. Tenía un pequeño orificio en la sien derecha pero no había ningún arma a mano ni rastros de que hubiera entrado nadie que pudiera haberlo matado.

El hijo creció y se hizo hombre. Siempre sintió la falta del padre, oscuramente le reprochaba haberlo dejado solo tan pronto. Apenas tenía de él unas pocas cosas que le habían quedado como herencia: algunos objetos, muchos papeles.

La noche en que cumplía treinta y tres años se sentía hondamente triste y desolado. Se puso a revisar las cajas en las que guardaba los recuerdos de su padre.

Encontró la pistola que siempre le había llamado la atención. Era un modelo bastante curioso, de una sola bala. Volvió a admirar su forma elegante y fatal. La sopesó en sus manos, la consideró. Por fin la apoyó en su sien, cerró los ojos apretando los dientes y gatilló. Sintió una detonación, pero le pareció que resonaba en su cerebro, sin embargo no sucedió nada. Abrió los ojos. El único indicio de disparo era el olor a pólvora en el aire. Revisó la recámara. La bala faltaba.

Pasaron unos meses, por fin se decidió y envió a una editorial, firmados con su nombre, los cuentos que su padre había dejado. Tiempo después se publicaron y tuvieron mucho éxito.

La pistola vacía cuelga ahora en una pared al lado del retrato del padre.

 

 

2 comentarios

carlos -

Gracias, Juan!
Me alegro que te haya gustado, un abrazo

JUAN YANES -

Es un cuento redondo. Me encantó.