infeliz Berto
Hace unos meses me di cuenta de que me empezó a pasar una cosa que hace mucho tiempo se estaba incubando dentro mío.
Cuando era niño yo manifestaba mucha sensibilidad ante los estímulos y las representaciones del mundo. En casa pensaban que yo era especial: Berto tiene temperamento artístico, así decían, y era como si dijeran: Berto tiene sarampión, o Berto tiene un zarpullido. Tanto lo decían que yo lo creí también y durante un tiempo pensé en un destino de poeta o pintor. A partir de entonces mi carácter naturalmente calmo y silencioso tomó un aire de misterio, como si dentro del lago de mi persona vivieran peces fabulosos y criaturas desconocidas.
Fueron pasando los años y mi vida no cambió mucho, yo no me hice artista sino contador, ahora trabajo en un banco y me casé con mi primera novia.
Pero hace unos días empecé a notar algo muy raro, cuando estoy hablando con alguna persona, las palabras que escucho llegan despacio por el aire, pero a veces alguna palabra me queda pegada en el cuerpo del lado de afuera, no entra en mí, se cae de la frase y se adhiere a mi piel como un imán a la heladera, o como un abrojo en una tela de algodón, o mejor aún, para ser entendido con claridad, como la manzana que le arrojaron a Gregorio Samsa y le quedó incrustada en el caparazón, así la palabra se adhiere a mi cuerpo, lastimando un poco y pudriéndose. No tiene porqué ser una palabra fea, porque como se empieza a descomponer es indistinto que sea cualquier palabra. Y duele también. Yo tengo mucha conciencia de eso y mi pensamiento va hacia donde está esa palabra para tratar de aliviar un poco, pero después noto que no adelanto nada y dejo de pensar en eso. Entonces hago a la inversa, me alejo de la zona y trato de dar rodeos cuando pienso en el lugar donde está la palabra, la evito y la ignoro. Al principio pensaba que así molestaría menos, pero como eso sigue pasando, cada vez son más las palabras incrustadas y las partes del cuerpo que tengo que rodear y evitar, entonces eso me representa un trabajo bastante arduo. Además empezó a afectar mis movimientos, porque cuando camino, me agacho o quiero agarrar algo tengo esas partes endurecidas y adopto unas posturas un poco insólitas.
Decidí ir al psiquiatra y me dijo que estoy haciendo un síntoma porque tengo un problema en el terreno de lo simbólico. No lo entendí, yo pensé que podía ser algo psicosomático, me dio unas pastillas azules para tomar una por día, las estoy tomando pero las palabras se siguen pegando a mí. Mi señora no entiende lo que me pasa y llora, a cada rato la veo llorar, a veces se esconde, pero ahora que estoy todo el día en casa porque en el trabajo me dieron licencia, me doy cuenta de que ella me evita y siempre tiene los ojos enrojecidos e hinchados. Pero no estoy enojado con ella por eso porque tampoco yo entiendo lo que me pasa.
Trato de no hablar con nadie pero las palabras se me pegan igual, de la televisión, de la radio y hasta del diario, porque me empezó a pasar también cuando leo.
Ahora sé cómo va a seguir esto, lo entendí de golpe. Es bastante simple.
Se me van a seguir pegando palabras hasta que cubran todo mi cuerpo por completo y voy a quedar paralizado de dolor, me voy a asfixiar en lenguaje y voy a morir de simboliosis o simbolitis (según mi psiquiatra). Las palabras van a ser mi manto final, quedaré envuelto en una cáscara de palabras caídas, desusadas, abandonadas, como si fueran moscas disputándose y alimentándose de un cadáver, de un muerto en pleno uso de sus facultades emocionales.
0 comentarios