silencio
“Hay días en que tu silencio se me hace insoportable”. Escribió esta frase pensando en ella y dudó, no supo si enviársela en un mensaje de texto, en un mail o decírsela por teléfono. No se decidió por ninguna de las tres cosas. Más tarde la intención de hacérsela llegar se fue debilitando por lo que implicaría después, por todas las formas a las que debería recurrir para explicar lo que no tenía explicación, todos los intentos que deberia hacer para esculpir en el vacío un cuerpo con palabras, una forma que no se podía explicar más que por su ausencia. Y la frase no salió nunca hacia su destinataria natural. Ya hay tantas palabras en el mundo, cuál sería el sentido de sumar algunas más describiendo, repitiendo lo que millones de seres sentían y habían sentido antes, en otros lugares, por otras personas de la misma manera, y habían dicho y escrito infinidad de veces.
De modo que la frase se hizo también reversible y de alguna manera hablaba de su propio silencio hacia ella, reflejaba una conducta especular.
Siempre escuchó decir que el dolor era sordo, pero a él se le ocurría que sería más preciso decir que el dolor era mudo. O sordomudo, en última instancia.
Y pensado esto decidió callar, o dejar de escribir, mejor dicho.
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