ojo voraz
Ahora soy tuerto.
Tenía dos ojos, uno clásico y el otro romántico. Tenía resuelto así el problema de mi dualidad estética, uno se maravillaba con la armonía de la creación, con las proporciones de la belleza, y el otro se inflamaba con la exaltación de la luz, con el misterio de la sombra, se dejaba llevar por el torrente de la pasión. Tenía dos y a veces no me bastaban, a veces no alcanzaban para beberse el mundo.
Ahora soy cojo de un ojo.
Pasó que andaba yo por la calle cuando pasó una mujer inolvidable en dirección contraria, una belleza de otra clase, una aparición instantánea, bastó verla y mi ojo saltó de su cuenca para irse tras ella, un poco lo entiendo, habrá sentido que era una ocasión única, la mirada de su vida. Yo me di vuelta para ver con lo que me quedaba lo que se me iba, la ninfa y la vista. La diosa perseguida por el globito saltarín. Pero al llegar a la esquina, cuando ella cruzó la calle, mi ojo dio por terminada su aventura y tomó el camino de regreso, yo lo veía venir con mi clásica mirada reprobatoria, saltaba por la vereda en dirección a mí, juraría que traía un aire orondo, satisfecho de sí mismo, orgulloso de su escapada, parecía un poco distraído en sus ensoñaciones.
Fue entonces cuando quien lo miró a él fue el perro que vive en la vereda de la cuadra, le llamó la atención su vuelo regular, debe haberlo confundido con un insecto zumbón, se le erizaron los pelos del lomo, se afirmó en sus cuatro patas, frunció el ceño y aguzó el olfato, calculó la parábola y cuando el ojo dio su último pique en el suelo y alzaba vuelo a tres metros de mi cuenca vacía, el perro abrió la boca, dio un pequeño saltito y se lo comió.
Ahora soy tuerto, luzco un elegante parche de cuero negro.
A ese perro le veo mala entraña, pero guardo hacia él un lejano sentimiento de parentesco.
ilustración: foto de Roland Topor
1 comentario
lilia -
Muy bueno tu texto, me gustó mucho ;-)