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tancarloscomoyo

divagar, devenir

 

Si tuviéramos la conciencia permanente de nuestra efímera precariedad y fuéramos tan frágiles, tan transparentes, tan livianos. Si pudiéramos condensar en nuestro pensamiento la primera mañana que vimos el mundo, la última vez que quisimos morirnos, la esquiva belleza que percibimos hace un rato mirando de reojo algo que no teníamos que mirar. Si entendiéramos que el azar proporciona atajos convenientes a la maravilla, que no controlar es tener confianza suprema en la naturaleza. Si disfrutáramos de manera adánica de la inefable interferencia entre el reflujo de la marea y el crecimiento de la necesidad del agua de cubrirlo todo. Si escucháramos la melodía que suena en el silencio, antes de la palabra y de la música, antes de los lugares comunes que escribimos tratando de expresar esto desde siempre. Si asaltáramos el cielo y comprobáramos que está vacío, si cayéramos en el error y resultara que nos enriquece, si afrontáramos la esquiva sensación de mirarnos en el espejo de nuestra propia e inmisericorde incertidumbre y descubriéramos que lo que vemos ya lo hemos visto antes. Si ejerciéramos por un tiempo limitado el poder de abandonarnos a la paradoja, burlando el razon-onamiento, pasando por el costado del silogismo de carpeta de secundario. Si no nos quedáramos atados a una serie de repeticiones verbales para darle ritmo a otra serie de expansiones verborreicas verbogenéricas casi (pero no) automáticas. Si fuéramos audaces y primigenios, feroces y proteicos, fluidos y ubicuos como llamas que arden sin necesitar oxígeno, como rayos que anclan la tormenta a la tierra que quiere fecundar. Si a pesar de saber que todos son yo y yo soy todos tuviera el valor de abandonar el plural cuando lo que quiero es hablar de mí y de la disposición de dejarme atravesar por las historias que pasan a través de mi cada vez más borrosa identidad, que va perdiendo nitidez a medida que se funde en la empatía con los personajes a los que procuro ser fiel, a los que intento captar en sus motivaciones más profundas. Mientras tanto el tiempo fluye entre los hombres y mujeres, entre las cosas y los animales, entre mi conciencia y la necesidad de contar, incluso dejando la incertidumbre de la verosimilitud como otra de las curvas del espìral que se va dibujando entre el pasado y el presente, entre la fugacidad y lo que pretende dejar registrado lo que siempre huye, lo que siempre está en movimiento. Sentir el suave devenir del tiempo en la conciencia, como el aliento que entra y sale de los pulmones, o no sentir, sino saber que eso está sucediendo aunque no lo estemos sintiendo en todo momento, forma parte de la verosimilitud de la existencia, de la mía y de la de la persona que esté leyendo esto en este momento, y eso, por ahora (que es siempre), a mí me basta y sobra. Entonces dejo la duda de lado y sigo.

 

3 comentarios

APG -

Siempre me rebota el mail al responder sobre el tuyo.¿Por qué vos podés decir y yo no? Es injusto.
Saludos,
APG

carlos -

muchas gracias, Andrea. Un beso.

APG -

Precioso texto, Carlos.

Lúcido y atravesador

Saludos,
APG