laberinto de una sola línea
Notó los cambios, sí; pero su respeto inclaudicable hacia normas y reglamentos lo había llevado a pensar que las novedades serían una mejora en la cosa pública.
Alguien había cambiado señales de tránsito y de dirección, nombres de calles y la numeración de ese camino que todas las madrugadas recorría en automóvil para llegar al trabajo. Solo advirtió la trampa al desembocar en el precipicio fatal; y seguramente fue entonces, en los breves instantes en que caía hacia la muerte, cuando pudo intuir la fatigosa tarea de su asesino.
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