en el principio
Es hora de enmendar un error. No era barro el material que usó el creador para modelar al primer hombre. Era mierda, que fragua mejor. Tuvo que elegir primero de qué animal sería. No podía ser estiércol de pájaro porque necesitaba armar un modelo grande. Lo trabajaría como si fuera arcilla, pero usó bosta de gliptodonte fresca, o, mejor es decir, reciente. La fue ablandando con su propia saliva a medida que se concentraba en los detalles que, sabemos, son su debilidad. Podía haberlo hecho mejor, pero llegado un punto consideró que estaba listo. La evolución haría el resto; completaría, con sus necesidades de adaptación al medio, la tarea.
Al principio lo seguían las moscas a todos lados donde iba. Pero con el tiempo su sudor fue perdiendo fetidez, su metabolismo fue cambiando y disminuyeron notoriamente los pelos que tenía en el cuerpo.
Descubrió pigmentos con los que podía adornar las paredes de su caverna. Primero estampó sus manos, después dibujó los animales que deseaba comerse. Los mismos a los que les había dado nombre.
A la luz del fuego se inquietaba con las sombras que proyectaba su propio cuerpo. Pero pronto tuvo una compañera, una hembra de su especie que olía parecido pero diferente. Y esa diferencia en el olor lo atraía. Nunca más durmió solo y dejó de temer a las sombras. Ahora tenía miedo de no verla. Cuando volvía con una presa se la entregaba como un regalo o una ofrenda. Más tarde la comían juntos antes de unirse en el suelo.
Después algo pasó. El creador se disgustó con ellos, los maldijo y los echó de aquella tierra. Debieron empezar una nueva vida (una vida de padecimientos y dolor, les dijo Él que tendrían a partir de ese momento). Sin embargo, a pesar de todo, podríamos decir que fueron felices. Tuvieron hijos, trabajaron duro, estuvieron juntos hasta la muerte.
La historia denominó pecado original a aquel malentendido. Yo creo que fueron celos.
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